Educando en Sexualidad
La educación sexual pretende ayudar a las personas a resolver sus necesidades de intimidad, corporales y afectivas. Nos permite ser libres y hacernos responsables de nuestra propia actividad sexual. Desde el conocimiento se favorecen las condiciones para que cada un@ de nosotr@s podamos desarrollar nuestra vida sexual.
Somos seres sexuados desde que nacemos hasta que morimos. Todo nuestro cuerpo es susceptible de actividad sexual placentera. La sexualidad no sólo es un derecho básico, si no que está directamente relacionado con el concepto de salud y bienestar personal.
La sexualidad nos permite expresar nuestra afectos, vincularnos, comunicarnos, sentir placer, apertura y receptividad, divertirnos, desarrollar la intimidad, aprender a dar y recibir, cuidarnos…conectar con el amor y el afecto, reproducirnos.
Existe diversidad sexual, cada un@ de nosotr@s somos únicos y diferentes a la hora de vivir nuestra sexualidad.
La cultura influye y condiciona la sexualidad, durante mucho tiempo la sexualidad ha sido un tema tabú del que no se hablaba. Se ha educado desde ese silencio en la vergüenza, el miedo, el qué dirán…
No podemos obviar el peso de la religión, permitiendo desde su dogma una única sexualidad ligada a la vida matrimonial, reproductiva, heterosexual. Cargada de doble moral, el resto de las sexualidades estaban ligadas al pecado, generando sentimientos de culpa en las personas que las practicaban.
Desde el momento que se relaciona la sexualidad con la reproducción, el cuerpo de la mujer, se somete al control desde diferentes ámbitos: científicos, religiosos, sociales. Por lo tanto la sexualidad de las mujeres ha sido invisibilizada.
Citando a Reich, sexólogo revolucionario, fundador de la Sex-pol `asociación alemana para una política sexual proletaria´´.
Las mujeres sexualmente despiertas, afirmadas y reconocidas como tales, significarán el colapso total de la ideología autoritaria.
Existen roles de género estereotipados, mitos, valores…que se transmiten socialmente y que afectan a nuestra vida sexual. Por eso necesitamos una educación sexual abierta, explícita, que respete la diversidad y nos ayude a crecer como seres humanos.
Citando a Michel Foucault, filósofo francés, escribió «historia de la sexualidad´´.
Si la represión de hecho ha sido el eslabón fundamental entre el poder, el conocimiento y la sexualidad desde la edad clásica, es lógico pensar que no vamos a ser capaces de liberarnos de él, si no a un costo considerable.
Podemos hablar de cuatro modelos de educación sexual:
- Modelo médico o preventivo: la educación sexual aparece como necesidad social para evitar riesgos que la actividad sexual conlleva (embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual). Ofrece información técnica- profesional sobre los riesgos y sus consecuencias. Es una información necesaria, pero insuficiente, favorece la asociación entre peligro y sexualidad.
- Modelo moral: propone regular moralmente la sexualidad, suele basarse en conceptos religiosos, propone educación sexual para la abstinencia. Considera que la actividad sexual sólo tiene sentido dentro del matrimonio heterosexual y orientada a la procreación. Prepara para el matrimonio. Ofrece información sobre reproducción y crianza, reconoce el rol de padres/madres. Es un modelo reactivo, que no es aceptable como forma de intervención profesional.
- Modelo revolucionario: defiende el derecho al placer sexual, desliga sexualidad de matrimonio, acepta la diversidad sexual y defiende el derecho de las minorías. Está basado en los escritos de Reich. Desde este modelo se ofrece información sobre sexualidad, anticoncepción, se analizan las condiciones sociales, se critica la función tradicional de la familia, los roles de género. Su forma de hacer educación es combativa y nunca ha tenido una implantación a nivel educativo.
- Modelo biográfico y profesional: basado en un concepto positivo de salud, como bienestar y calidad de vida. Habla del derecho a recibir información y recursos para tomar decisiones y realizar conductas que promuevan el bienestar sexual. Respeta la diversidad sexual. Ayuda a las personas a ser libres y responsables de sus actos. Reconoce diferentes biografías sexuales. Los derechos humanos son el marco de referencia. Reconoce las dimensiones biológicas, psicológicas y sociales de la sexualidad. La finalidad de la sexualidad no es procreadora, ni está asociada al matrimonio. La persona es un sujeto activo que tiene derechos y toma decisiones. Los padres, la escuela, la sociedad deben educar. Los profesionales median entre las personas y su salud.
No podemos separar la educación sexual de las actitudes que las personas previamente tenemos. La educación sexual debe ayudar a desbloquear actitudes negativas que impidan el bienestar. Se intenta promover actitudes basadas en un sistema de creencias abiertas, erotofílicas (valoran y responden positivamente a los estímulos sexuales), respetuosas con las diferencias.
Se quieren conseguir los siguientes objetivos:
- Adquirir conocimientos e información adecuados a la edad y necesidades de cada un@.
- Adquirir habilidades interpersonales para relacionarse de forma saludable y evitar prácticas de riesgo.
- Favorecer la comunicación, el diálogo abierto.
- Promover actitudes erotofílicas y una aceptación positiva de la sexualidad, como una dimensión que nos define globalmente y nos permite vivir diferentes posibilidades.
- Aceptar la sexualidad como fuente de salud.
- Conocer los cambios evolutivos.
- Transmitir principios éticos básicos: respeto a nuestra libertad y la de los demás, trato igualitario, ética del placer e intimidad compartida, lealtad, corresponsabilidad, cuidado.
Es importante hablar y educar en sexualidad a lo largo de nuestra vida (infancia, adolescencia, vida adulta, vejez). Primordial que la educación afectiva-sexual se imparta en las escuelas, desde la infancia y que transversalmente aparezca a lo largo de toda la educación reglada. No nos podemos olvidar de la educación que recibimos en nuestras familia, en la calle, a través de los medios de comunicación… todos son agentes socializadores a tener en cuenta.
Por lo tanto educar desde un enfoque integrador, donde se hagan explícitas todas las dimensiones de la sexualidad (corporal, sensorial, afectiva, psicológica, social, ética). Que nos posibilite ser, poniendo las condiciones favorables para nuestro desarrollo. Permitiéndonos expresar nuestra sexualidad, que es única y diferente. Con una mirada que acoge la diversidad y la libertad de cada uno para elegir su vida sexual.
Facilitar espacios donde confluya el aprendizaje, la expresión afectiva, el poder nombrar y experimentar. Integrando y elaborando lo que vivimos. Podemos decir que educando también nos educamos.