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Las pérdidas

Las pérdidas

Hoy vamos a hablar de la multitud de pérdidas que sufrimos a lo largo de nuestra vida: amistades que se pierden, cambios de domicilio, pérdida de nuestras expectativas, fallecimiento de seres queridos, rupturas amorosas, cambios físicos, pérdida de la salud, sin duda, algunas de ellas son más significativas y afectan en mayor medida a nuestra vida. Es importante elaborarlas, entender qué nos está sucediendo y encontrar un significado a todo el dolor que sentimos.

Las pérdidas conllevan un duelo, un proceso personal, único, que necesita su tiempo, porque nos tenemos que adaptar a vivir sin aquello que hemos perdido, supone un cambio y por lo tanto un reajuste emocional que no se consigue de un día para otro.

Citando a Robert Neimeyer, autor del libro «Aprender de la pérdida, una guía para afrontar el duelo:

Todo Cambio implica una pérdida, del mismo modo que cualquier pérdida es imposible sin el cambio

Muchos son los autores que han trabajado sobre el duelo, una de las autoras es Elisabeth Kübler-Ross, ella trabajó con enfermos terminales, toda su obra gira en torno a la muerte, describe cinco fases que se pueden dar en el procesos de duelo:

  1. Negación: primera etapa, una respuesta inconsciente como mecanismo de defensa que impide la toma de conciencia de la muerte del ser querido o de la pérdida, nos permite ir acostumbrándonos a la ausencia. La persona sigue buscando, esta búsqueda puede aparecer reflejada en sueños y ensoñaciones.
  2. Ira: se enfada, va siendo consciente de la pérdida real, sensación de incomprensión, sensación de vacío, la pregunta es ¿Por qué a mí?.
  3. Culpa: proceso de búsqueda de culpables, comienza por un culpable exterior y va hacia el interior, se traduce en pesadillas nocturnas, arrebatos de dolor, alteración del ánimo, pensamientos suicidas.
  4. Depresión: la realidad de la ausencia ya es inevitable, intento por recordar al ser querido. se va asimilando el dolor y la pérdida, comienza a plantear el futuro ¿Y ahora qué hago yo?.
  5. Aceptación: se acepta la muerte y se rehace la vida, se comienzan a tomar decisiones, se llega a la conclusión de que el ser querido o lo que perdimos es insustituible, pero que no volverá. Se puede realizar una despedida simbólica que facilite el proceso de aceptación.

Cuando estamos atravesando un proceso de duelo, podemos pasar de una fase a otra, a veces avanzamos, otras parece que nos estancamos. Es un proceso donde aparece malestar físico, dificultades para dormir, pérdida del apetito, fatiga, dificultades para respirar, dificultades a nivel cognitivo para concentrarse, para pensar con claridad, para planificar, surgen un gran número de emociones: tristeza, alivio, culpa, ira, vacío, bloqueo emocional; aislamiento social.

A veces sentimos que no nos comprenden, que somos culpables, que no nos lo merecemos, una infinita tristeza, un vacío que no se puede llenar, etc. Es importante conocer cómo funciona este proceso para entender qué  nos esta sucediendo, que es una respuesta normal ante la pérdida. Que es doloroso, intenso, confuso, normal durante un tiempo, porque si se alargase temporalmente estaríamos hablando de un duelo complicado o una depresión.

Aprender a vivir sin un ser querido, sufrir una pérdida significativa como por ejemplo un cambio de país, donde toda tu red social y cultural desaparecen físicamente, es muy duro y necesita tiempo para que recoloquemos todos nuestros sentimientos, pensamientos y nos adaptemos a una vida donde existirá aquello que queremos, pero desde otro lugar, desde el recuerdo. El dolor es la expresión de cuánto queríamos aquello que perdemos. El recuerdo tiene valor terapéutico, damos espacio a la narración del pasado, resignificándolo, situándolo en un lugar donde ya no nos hace daño.

Citando a Melanie Klein, psicoanalista que teorizó sobre el desarrollo infantil:

El proceso de duelo significa reinstalar dentro de uno mismo a los seres queridos, darles una presencia interna en la que el ser querido no sea un perseguidor interior que genere culpa sino un buen recuerdo.

Las pérdidas nos obligan a aprender, aunque no queramos, vamos a buscar un significado a esa pérdida y después del proceso de duelo, conllevará un aprendizaje personal. Muchas veces nos cuestionamos nuestras creencias y valores, cambiando nuestras prioridades. Es un proceso contradictorio a ese nivel, porque a pesar de ser doloroso, nos ayuda a crecer, nos aporta herramientas para afrontar la situación y resituarnos en nuestro mundo. Con la pérdida también tenemos que aprender nuevos roles, hacer cosas que antes nunca habíamos hecho o ni siquiera pensado hacer.

Otra cuestión a tener en cuenta es pedir ayuda a lo largo del duelo, estar acompañados por nuestros familiares, amigos, no aislarse socialmente y si fuese necesario contar con un profesional que nos asesore. Es cierto que se necesitarán momentos de soledad, pero contar con personas cercanas que nos escuchen, que nos acompañen, que estén a nuestro lado sin juzgar, que nos comprendan, es un apoyo beneficioso y saludable. También es importante mantener el propio cuidado y las rutinas de la vida diaria.

Los rituales nos pueden ayudar a despedirnos, escribir una carta, una despedida real o simbólica, si no se puede realizar, donde nos permitimos decir a nuestro ser querido todo aquello que no pudimos por los motivos que fuesen, pero que nos hubiese gustado, explicarle que le quisimos. que estamos sufriendo, pero que tenemos que seguir adelante. Los rituales sociales como el funeral nos ayudan a tomar conciencia de lo que está sucediendo, nos permiten realizar una despedida del ser querido y nos brindan apoyo social.

Necesitamos aprender a vivir con la pérdida, integrarla en nuestra vida, aceptar la realidad de la ausencia, reconocerla y validarla, para seguir viviendo, darnos permiso para restablecer nuestra vida social, familiar, laboral. Aquello que quisimos siempre nos acompañará a través del recuerdo, formará parte de nuestra narrativa personal, pero sin dolor, desde la gratitud de haber tenido y compartido ese lazo afectivo.

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